Congregación de los Vizcaínos de Sevilla
La calidad del hierro y el aceite de ballena para el alumbrado desarrollaron un activo comercio entre Hallstat y el País Vasco, generando una sólida economía vinculada al tráfico marítimo, incluyendo la construcción de navíos y el arsenal conexo de productos ferreteros y herramientas. Sin embargo, los contingentes vascos que llegaron al continente americano tienen su antecedente más directo en los asentamientos de Andalucía, desde la conquista de Córdova (1236), Jaén (1246) y, sobre todo, Sevilla (23 de noviembre de 1248). Debido a la navegabilidad del Guadalquivir Sevilla fue convertida en la capital económica, política y religiosa. Allí se radicaron franceses, flamencos, alemanes, portugueses y vascos, que fundamentalmente llevaban hierro de Vizcaya, Guipuzcoa y noroeste de Navarra, importando trigo. Los documentos señalan vecindarios vascos en los barrios de Castellanos y La Mar, así como en la calle Castro y collación de Santa María la Mayor.
¿De dónde pudieron surgir los poderosos vínculos étnicos que se cristalizaron en la Congregación de los Vizcaínos de Sevilla, también conocida como Hermandad de Guipuzcoanos y Vizcaínos? De la experiencia en el solar patrio pues los Andikis-Señores Feudales no pudieron contener la mentalidad social emanada del Gizabidea, que me gusta denominar Auzokrazia. Las Buenas Personas, lejos de resignarse a su suerte, asentados en el Trabajo consolidaron poblaciones de Personas libres que consiguieron revertir el auge de la mentalidad indoeuropea. Los campesinos de la Llanada Alavesa derrotaron mental y militarmente a los “seynores balderos que rotbaban y stragaban la tierra”, como consta en la documentación de la Hermandad Armada más antigua (año 1204) que conozco.
Los Andikis no admitieron a ninguna de las Villas vizcaínas en sus Juntas de Gernika porque “… ni havian sido anteiglesias, ni parroquias…” hasta que su empuje socio económico les obligó a integrarlas: Güeñes y Gordexola en 1624, Derio en 1628, Zalla en 1668, Galdames 1672, el Valle de Somorrostro en 1682 y el de Orozko en 1785.
Los vascos y los señores feudales
Los vascos sabían muy bien cómo lidiar con los señores feudales y el asentamiento en Andalucía siguió los esquemas de la reinstauración de la Auzokrazia. Tuvieron que variar las formas puesto que las ciudades andaluzas no eran vascas y se agruparon en Hermandades, de cuyo seno salieron personajes tan poderosos como Juan Bautista de Aginaga, del Consejo de S.M. y de la Casa de Contratación o don Antonio de Legórburu, prior del Consulado de Cargadores de Indias.
La dura experiencia que supuso la restauración de la Auzokrazia les aconsejó no dejar ningún “cabo suelto”. Se les atribuye una proclama: “Antes Paisano que Dios” y pudiera ser cierto ya que se ha considerado preferible al Vecino más que al pariente: “Auzoa da lehenago, senidea baiñó” (el Vecino es antes que el pariente). Lo documentalmente cierto es que también tuvieron en cuenta el ámbito eclesiástico, hasta el punto de que en el siglo XVII pertenecieron al cabildo catedralicio de Sevilla 17 vascos y en el siglo XVIII fueron 31. Cristóbal de Rojas Sandoval, nacido en Hondarrabi-Fuenterrabía, fue obispo de Sevilla a finales del siglo XVI.

SIN EMBARGO, respecto a la orientación cultural que mantenían aquellos vascos, podemos citar dos ejemplos notorios; el del arzobispo de Nueva Vizcaya, Juan Antonio de Bizarrón y Egiarreta, nacido en el Puerto de Santa María, cofundador y defensor de los criterios gizabideanos del famoso Colegio de las Vizcaínas de Ciudad de México. Conviene señalar que Jerónimo de Ustariz, secretario del poderoso Consejo de Indias, determinó su nombramiento. En otro ámbito muy diferente, el de la minería, debemos mencionar al hombre más rico del siglo XVIII mexicano, Pedro Romero de Terreros y Otxoa, nacido en una aldea de la Sierra de Arazena (Huelva), propietario de la mina La Vizcaína y fundador del Monte de Piedad mexicano, entre otras muchas acciones humanísticas. Recordemos que Pedro de Terreros, natural de Zalla (Vizcaya) y asentado en Sanlúcar de Barrameda, fue el primer europeo que oficialmente pisó el continente americano, por orden expresa de Cristóbal Colón, o como atestiguó en un juicio su paje, Andrés del Corral: “el dicho Pedro de Terreros por mandado del dicho almirante, por quel no saltó entonces en tierra por questaba malo de los ojos”.
El abandono del Gizabidea
¿Qué consecuencias trajo el abandono del Gizabidea? Si nos referimos a la marinería de guerra es necesario tener en cuenta la calificada opinión del catedrático de la Universidad de Sevilla, Lutgardo García Fuentes: “Sabemos que en 1631 la Junta de Guerra tuvo que elegir a una docena de capitanes de guerra para las armadas de Indias. De los doce elegidos, la mitad fueron vascos. Claro que, lo que más nos llama la atención, es que prácticamente todos estaban vinculados al mundo mercantil sevillano y de los negocios del País Vasco. Por ello es fácilmente comprensible que más del 33 % de los maestres de los navíos de las flotas, en la segunda mitad del siglo XVII, fuesen vascos.”
¿Podremos dejar a un lado el ámbito de la esclavitud? Sabemos que Dukase y Miguel de Okendo se iniciaron como marineros en navíos que transportaban negros, actividad lucrativa en la que destacaron Tomás de Lazkano, Ortiz de Urrutia, Diego de Zárate, Martín de Zabala, Lope de Idiákez, Miguel Martínez de Jáuregi, Gregario de Ugarte, A. Urquizu, etc. Algo que debemos tener en cuenta para valorar el fenómeno de los vascos y la esclavitud es que no existieron esclavos en el País Vasco pese a que se documentan propietarios residentes en América. El afamado y controversial Antonio de Okendo tuvo dos; una madre mestiza con su hijo, llamado Antonico, pero dado que la llevó consigo hasta el solar nativo, lógico es pensar que se trataba de su hijo y de su mujer; no de una amante cualquiera.
Banqueros y “mercaderes de oro y plata”
¿Qué decir del mercantilismo que se apropió de la mentalidad de los comerciantes? Entre los banqueros de Sevilla destacaron Juan Íñiguez, Domingo de Lizarraza, Pedro de Marga, Pedro de Arriarán, Jimeno de Bertendona y Juan de Arregi. Hay investigadores que señalan a los “mercaderes de oro y plata” como sustitutos de los banqueros y en este ámbito encontramos muchos vascos: Pedro López de Berástegi, Martín de Ibarra, Francisco de Zúñiga, Hipólito de Bergara, Pedro de Rodríguez Zamudio, Martín Ruiz de Bidazábal, Juan de Zabaleta, Juan de Sarratía, Lope de Olloki, Pedro de Aránburu, Andrés de Arriola, Juan de Olarte, Juan de Atxega, Juan de López Galdona, Juan Cruz de Gainza, Lorenzo de Ibarburu, Juan de Otxoa, etc. Pero el oficio de “mercader de plata” iba mucho más allá de la compraventa de metales preciosos pues incluía su transporte, custodia y entrega, tanto como el ámbito de los seguros de mercancías e incluso el pago a las armadas por un largo periodo. Fueron destacados operadores Adriano de Legaso, Juan de Olarte, Lope de Olloki, Gerónimo de Orozko, Martín de Sáenz Ubago, Martín de Tirapu y Domingo de Sarrikolea, entre otros.
Fortunas de dudosa procedencia
Debido a sus grandes fortunas y a que los márgenes gananciales eran el 1% del servicio a particulares y el 0,25% al rey, algunos historiadores señalan que el fraude fue condición necesaria para el éxito. Teniendo en cuenta el mil millonario caudal de tesoros incautados y la elevadísima extracción de metales preciosos en América, también debemos valorar como fuente de su éxito monetario, la honradez y excelencia productiva generada por la magnífica coordinación del negocio entre la explotación minera, los marinos mercantes y los depositarios de caudales.
Por lo mencionado al principio del presente artículo, respecto a la restauración de la Auzokrazia, los Vascos saben muy bien que la Honradez sí es buena paga y que no solo conlleva Bienestar, sino que permite Estar Bien con uno mismo. También lo saben por otro de los fundamentos del Gizabidea: “Bakoitza berea – Cada quién lo suyo”: las buenas merluzas del pescador arriban a buen puerto gracias a la calidad de las embarcaciones y a la pericia de los marinos; de los mercados al consumidor llegan en perfecto estado gracias al transportista, permitiendo a los comerciantes que dicha excelente materia prima permita destacar al cocinero tanto como nutrirnos adecuadamente.
Tal vez no sea el momento de mencionar la cantidad y calidad de marinos de guerra, comerciantes, piratas, corsarios, y mercenarios vascos que desde el siglo XV hicieron vida en el mar Mediterráneo y travesías africanas del Golfo de Guinea, incluyendo las Islas Canarias, pero lo señalo para dejar constancia del enorme potencial existente. De la misma forma debemos tener en cuenta que la restauración de la Auzokrazia generó un masivo éxodo de Ezpat’andikis (caballeros de armas) y un fuerte crecimiento demográfico en Araba, Vizcaya y Guipuzcoa.

Vascos en la Corte del Rey
Creo imprescindible aludir a un ámbito “en el que la corrupción y la venalidad eran algo usual”: la Corte del Rey. En palabras del magistrado Francisco Tomás y Valiente: «La voluntad del monarca es la fuente del poder. Cuando se está cerca de ella y en ella se influye, se participa del poder en términos que se resisten a cualquier predeterminación.»
En la corte de Felipe II encontramos como secretarios del Consejo de Estado a Juan de Idiákez Olazábal y a sus parientes, Francisco y Martín de Idiákez. En el poderoso Consejo de Hacienda, de los cuatro contadores nombrados en 1594, al menos tres eran de origen vasco: Luis Gaitán de Ayala, Juan de Mentxaka y Domingo Zabala siendo incorporado en 1595 el secretario del Consejo de Guerra, Esteban de Ibarra. Entre los colaboradores más cercanos de Felipe III encontramos como secretarios a Juan de Ibarra, Cristóbal de Ipiñarrieta y Antonio de Aróstegi; en el Consejo de Hacienda a Lope de Alday, Ibáñez Biñaspre y Antonio de Bergara. Igualmente, con Felipe IV; Tomás de Zuazo y Aresti, Bartolomé de Legaso y Francisco de Arrieta; como secretarios de Hacienda, Miguel Ipeñarrieta, Francisco Garnika, Juan Bautista de Larrea, Martín lñiguez de Arnedo, Mateo Ibáñez, Juan de Arze y Otálora y Francisco de Iriarte. Tras la creación de la Secretaría de Despacho Universal de Carlos II, encontramos a Jerónimo de Egía, José de Beitia, Juan de Larrea y Juan Antonio López de Zárate. Son muy numerosos los apellidos vascos en el Consejo de Hacienda: Ayala, Arze, Otálora, Gaztelu, Loayza, Jáuregi, Oleaga, Urrutia, Agirre, Herraiz, Gabaldón, Ibáñez, Arizmendi, Aranguren, Basurto, etc.
En el siglo XVIII, la vaskokrazia de la Corte fue tan poderosa que generó la fuerte animadversión que a la postre forjó el furibundo y pertinaz rencor hacia “lo vasco” que todavía sigue vigente. Muy poderosos fueron los Apaolaza, Aperregi, Barrenetxea, Egizábal, Goienetxe, Idiákez, Iturralde, Munibe, Ugarte, Uriarte, Uztariz, etc.
Puede que parezca demasiado larga esta relación, pero está motivada por la conveniencia de mostrar la rapidez con que avanzaban entre los vascos que renegaban del Gizabidea, los conceptos de la civilización indoeuropea (vivir unos pocos a costa de la mayoría). Llegado el momento, podremos ver uno de los momentos más álgidos con el desarrollo del Corso Marítimo (San Sebastián fue el segundo puerto corsario europeo) y la Real Compañía Guipuzcoana de Caracas, pues alcanzó contingentes de campesinos, marineros, artesanos y pescadores.
Más colonizadores que conquistadores

A pesar de lo dicho, en términos cuantitativos, se puede afirmar que los vascos fueron mayoritariamente colonizadores más que conquistadores. Incluso la mayoría de estos últimos se pasaron al “bando” colonizador, tal y como podemos ver en los casos del trazador de la ciudad de Caracas, Diego Henares de Lezama (el fundador fue un castellano); el encomendero de Mérida y primer exportador de trigo andino, Gabiria y el conquistador del Valle de Tiznados, Juan de Grezala y Oñate que se afincó en San Sebastián de los Reyes. Los planos de los puertos de Chichiriviche, Turiamo y la Ciénaga fueron realizados en 1789 por Ignacio Javier de Emasabel, Teniente de la fragata “Aranzazu”, siendo Gobernador Guillelmi.
¿Por qué no se limitaron a vivir de las rentas militares? En el caso del capitán Grezala vemos cómo le siguieron amigos y parientes para fundar hatos ganaderos: Juan Javier Mijares de Solórzano y Hurtado de Monasterio y Mendoza, primer marqués de Mijares y conde de San Javier, fundó el Hato Las Lajas y la casa solariega de su abuelo, Miguel García estuvo en Solórzano, lugar fronterizo con Vizcaya. El hato El Limón fue fundado por Pedro de Ponce y Rodríguez de Ibargoyen, casado con Margarita de Agirre y Gebara. Su heredera, Melchora desposó al capitán Nicolás de Liendo y Otxoa. El alférez don Luis José de Bolíbar y Martínez de Billegas, hermano del fundador de la Villa de Cura, creó el Hato El Totumo y estaba casado con Antonia de Uribe y Gabiola. Don Feliciano de Arana erigió los hatos La Ceiba y Canuto.
De la misma época son el primer Bolíbar de Caracas, Uzkátegi en los Andes, Anzola en Barquisimeto y Otxagabia en Barinas, a los que se sumarían los Mendoza, Ayala, Urbina, Ibarra, Beroiz, Pagola, Aretxederra, Aristigieta, Askain, Alkiza, Arginzoniz, Legizamon, Otañez, Arteaga, Zuazo, Landaeta, etc.

Placa del Monolito de los Vascos en El Limón, Estado Aragua, Venezuela.
El proceso colonizador de los Valles del Tuy y Aragua fue muy similar, con vascos poseyendo por la fuerza extensas encomiendas: Agirre, Billegas, Bolíbar, etc. Un proceso MUY DIFERENTE tanto en objetivos como en procedimientos fue impulsado por José de Amenábar, Factor Principal de la Compañía Guipuzcoana, desde junio de 1769 hasta su muerte, 17 de julio de 1784.
Esto no quiere decir que cuando era necesario tomasen de nuevo las armas para sojuzgar indígenas (caso de Guaicaipuro) o insurrectos (caso de Lope de Agirre). Surge una cuestión fundamental: ¿aquellos vascos vinieron a quedarse en Venezuela o a quedarse con Venezuela?
Los vascos colonizadores olvidaron la Auzokrazia
Utilizaron los procedimientos de sus ancestros, pero no veo evidencias de que siguiesen su ejemplo. Lamento que su memoria histórica no se remontase a la época Auzokrátika. Ellos no dedicaron sus esfuerzos ni su trabajo al Bien Común por lo que en Venezuela no se fundaron poblaciones de humanismo tan notable como las Villas Auzokrátikas de Náxera, Logroño, Vitoria, Tolosa, San Sebastián, Mondragón, Durango, Bermeo, Bilbao, etc, etc, etc. Tampoco formaron Hermandades Vascas como en los notables casos de Bolivia, Perú o México. Eso sí, vinieron a quedarse con todas las de la ley civilizada, la Fuerza Bruta, o como se dice en Venezuela, “con todos los hierros”. En su momento podremos ver la gran diferencia de comportamiento y logros socio económicos alcanzados por parte de los empleados de la Compañía Guipuzcoana de Caracas y los vascos que les secundaron, destacando lo acontecido en los Valles de Aragua.
En Venezuela, como en el resto de América, se siguió el patrón establecido en Hallstat y Andalucía. Una vez que un vasco lograba establecerse, traía parientes y vecinos. Los vínculos étnicos eran tan sólidos que incluso permitieron afrontar con éxito situaciones de guerra como las de Venezuela y Potosí. La proclama “mueran los vizcaínos” generó muchos desmanes y muertes sin alcanzar ese objetivo.
Vascos: Mantuanos o Grandes Cacaos
¿Por qué muchos vascos se convirtieron en Mantuanos o Grandes Cacaos? ¿Por amor a la tierra? Parece más probable por amor a los rendimientos del negocio de la tierra. La experiencia étnica basada en el florecimiento de las Villas Auzokrátikas Vascas, presagiaba que los viñedos y olivares generarían sólidas fortunas en Andalucía, dadas las exenciones de impuestos que gozaban los vecinos de Sevilla y Cádiz, así como el opulento marco económico generado por América. El investigador Carlos Martínez Shaw documenta en el siglo XVII a las familias Ibarburu, Galdona, Ollo, Puente, Berástegi, Jáuregi, Olloki, Azáldegi, Azpilkueta, Kortabarría, Elosu, Otxoa, etc, como propietarias de extensas y prósperas fincas de viñedo y haciendas de olivar en las cercanías de Sevilla y Cádiz.
Tierra productiva, sí, pero tierra que no era cultivada por sus manos ni canalizados sus rendimientos hacia el Bien Común; lo cual va en contra de los principios del Gizabidea pues un Vasco solo considera propio (Nirea) lo que él ha hecho; el resto lo considera nuestro (Gurea).
Es notorio que los Vascos eran muy bien acogidos en el seno de los Mantuanos, pero no solo por ser peninsulares o ejercer altos cargos. Francisco de Aranaz y Berroterán Gainza, siendo de ascendencia navarra, nació en Irún (Gipuzkoa). Fue Capitán General de Venezuela en dos periodos (1693-1699 y 1704-1706). Se casó con Luisa Catalina De Tovar y Mijares de Solórzano, nieta del capitán y regidor de Caracas, don Manuel Felipe de Tovar y Báñez Mendieta. No solo tuvo una hacienda de cacao en Turmero (estado Aragua, lugar de nacimiento de su esposa) sino que fundó Pueblos de Libres tan importantes como Altagracia de Orituco, Guacara, San Diego y Los Guayos.

El único general venezolano electo por sus compañeros, Carlos Manuel “Piar” de Braganza y Aristigieta.
Mismo caso pero con matices genealógicos diferentes es el de Juan José de Xérez Aristigieta y Amézketa, marinero, nacido en Pasajes (Gipuzkoa) el 5 de mayo de 1651, que desposó a una mantuana de alcurnia, doña Ana Francisca de Lovera y Otáñez Bolíbar, procreando una estirpe de gente tan famosa como las Nueve Musas; el único general independentista venezolano por elección, Carlos Manuel “Piar” de Braganza y Aristigieta (hijo de Belén de Jerez y Aristigieta y José Francisco de Braganza, Príncipe de Brasil y Heredero del Reino de Portugal); el dos veces Presidente de Venezuela, Carlos Valentín José de la Soledad Antonio del Sacramento de Soublette y Jerez de Aristeguieta y el inolvidable Antonio José Ramón de la Trinidad María de Guzmán Blanco y Aristigieta.
Francisco de Paula Arteaga, natural de Deba, se casó el 21 de agosto de 1788, con doña Josepha del Pomar, hija del famoso marqués de Pomar.
En la época de la Real Compañía Guipuzcoana de Caracas vemos numerosos casos de mantuanas desposando a empleados de la famosa compañía e incluso siendo amantes, como en el caso de una de las famosísimas Nueve Musas, Rosa de Jerez Aristigieta y Lovera Otañez Bolíbar, concubina del Factor Principal de la Compañía Guipuzcoana, Juan Agustín de Zuaznabar. Algunos historiadores afirman que hubo un neo-mantuanismo formado por altos empleados de la Guipuzcoana y Mantuanas, que incluso llegaron a formar un partido vizcaíno. Documentalmente, no me consta.
Lo que sí consta documentalmente es la capacidad de los Grandes Cacaos para cubrir los puestos más significativos con gente a su servicio. El conde de Tovar, por ejemplo, nombraba 14 Tenientes de Justicia vinculados a sus posesiones. Lo mismo sucedía con los Cabildos, Alcaldes ordinarios y de Hermandad, así como con la oficialidad de las Milicias. Más aún; por privilegio real de 1560, los Alcaldes de Caracas podían “gobernar en nombre del rey” cuando fallecía un gobernador y mientras llegaba el sustituto. Este privilegio lo ejercieron muchas veces contra los sustitutos que solía mandar la Real Audiencia de Santo Domingo, de la que dependieron hasta el siglo XVIII. Sin embargo, se dieron casos, de deposiciones de gobernadores e incluso desobediencia al Virrey de Nueva Granada.
Factoría principal de la Real Compañía Guipuzcoana de Caracas sita en el Puerto de La Guaira, Venezuela.
Creo que se puede afirmar que los vascos conformaron el núcleo más estable dentro de los Mantuanos y que esta clase social consiguió controlar el poder económico tanto como el político, religioso y educativo de la Provincia de Venezuela: si un Ibarra nacido en Guacara, fue Rector de Caracas, un Txipia y Landaeta, nacido en Valencia, fue rector de la de Mérida. La Compañía Guipuzcoana tuvo que enfrentar ese poder local, resultando victorioso frente a los cuatro intentos más graves desencadenados contra ella: la ofensiva holandesa capitaneada por el zambo de Yagua, Andresote; el Motín de 1741 en El Tocuyo; la coalición militar angloholandesa con connivencia mantuana de 1743 que sufrió severas derrotas en La Guaira y Puerto Cabello, así como el alzamiento del “Guapo”, Francisco de León, auspiciado y financiado por Mantuanos y holandeses en 1748.