Samartintxiki

Sara

Samartintxiki.

En las excavaciones de Atapuerca, que han revolucionado el estado de conocimientos de la evolución humana en Europa mediante el trazador nuclear genético (prácticamente inmune a contaminaciones), se han encontrado evidencias de que desde el quinto milenio antes de Cristo hubo cruces entre aborígenes vascos y gentes del Medio Oriente. Recordemos que Catal Huyük de Anatolia, por ejemplo, era una población de unos 10.000 habitantes y que sus estratos más antiguos se remontan al octavo milenio antes de Cristo. Las secuencias genéticas sugieren dos corrientes; a través del norte de África y por la costa Mediterránea europea.

¿No se dice que “cuando el río suena es porque agua lleva”? Samartintxiki, nuestro personaje, con sus ardides se apropió de conocimientos agrícolas, metalúrgicos e industriales, que poseían los Basajaunak: ¿será descabellado pensar que las leyendas de Samartintxiki contienen reminiscencias de contactos entre neolíticos de ascendencia anatólica y eúskaros?

Sea como fuere, mostremos agradecimiento a nuestro Samartintxiki. Ya explicamos en otro artículo cómo se las ingenió para conseguir robar la semilla de trigo a los Basajaun y el modo furtivo en que aprendió la fecha de sembrarlo, según datos recogidos por nuestro venerado Maestro, don José Miguel de Barandiarán, en Kortézubi, Motriku, Zegama, Oiartzun y otros lugares.

Samartintxiki
Fuente imagen: http://www.stipaisvasco.com

El Basajaun era tan excelente herrero que conocía incluso la soldadura del hierro en fragua. Samartintxiki estuvo en desventaja tecnológica hasta que se le ocurrió enviar a un ayudante para pregonar que ya sabía cómo hacerlo. Incrédulo el Basajaun, preguntó al criado de nuestro héroe: – “¿Acaso Martiniko asperjó con agua arcillosa las piezas de hierro? ¡No lo hizo, pero lo hará!”– dicen que respondió el aprendiz.  Y así fue cómo dio comienzo la difusión de la soldadura del hierro en fragua por el mundo.

 

Samartintxiiki
Fuente imagen: https://www.lavozdegalicia.es

Contaban en Sara (Lapurdi) que Samartintxiki perdía clientela porque su molino fallaba mucho dado que se quemaba el eje de las ruedas de piedra durante la molienda del trigo (el maíz en otras variantes). Por más pruebas que hizo, incluso con madera de roble, la más dura, el eje de su molino se quemaba. Todos acudían al del Basajaun y esto entristecía a nuestro héroe. Samartintxiki envió a su criado que vocease haber resuelto el problema: – “Eso quiere decir que le ha puesto eje de aliso (madera sumamente blanda)” comentó el Basajaun al enterarse. –“No lo ha hecho, pero lo hará”- murmuró con picardía el criado. Y así fue cómo pudieron funcionar los molinos humanos sin problemas de eje.

Los Basajaun obtenían con facilidad preciosas tablas de madera mediante “arpanak”, utilizadas para aserrar los troncos en caballetes altos: un hombre dirige desde arriba del tronco el corte al tiempo que los de abajo halan con fuerza.

Techo de la Ermita de la Antigua. Zumárraga, Guipúzcoa. Fuente imagen: https://www.euskadi-basquecountry.org

Samartintxiki no podía competir pues sus “olak-tablones” eran obtenidos por el primario sistema de rajado. Humo por los cabellos le salía de tanto cavilar. Decidió enviar un criado para informar que ya había descubierto el secreto. Un Basajaun preguntó. –“¿Acaso ha visto Samartintxiki la hoja del castaño?” ¡No la ha visto pero la verá” –respondió el joven!

Hoja de castaño. Fuente imagen: https://bejar.biz

Nuestro héroe imitó el perfil dentado de la hoja de dicho árbol en una lámina de hierro y finalmente pudo fabricar su primera sierra, pero por muy bien que la afilase no cortaba porque se trababa. Se acostó agotado y de inmediato quedó profundamente dormido. El Basajaun decidió averiguar si habría tenido éxito nuestro ingenioso “metomentodo”. 

Al ver la pequeña sierra (recordemos que los Basajaun son enormes) decidió estropearla y no se le ocurrió mejor cosa que torcer los dientes alternativamente a un lado y, al contrario. ¡Qué gran sorpresa la de Samartintxiki al día siguiente comprobando que su sierra ya no se trababa! Y así fue como se propagó el uso de la sierra por el mundo.

Tal y como terminan la mayor parte de nuestros cuentos, relatos y leyendas: “Oi ala bazan, sortu deilla kalabatzan, d’atá deilla Bitoriko plazan” (si esto fue así, métase en una calabaza, y que salga en la plaza de Vitoria).

 

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